Un viaje redondo para Francisco, con pasos concretos hacia la paz en la región y la unidad de los cristianos
Balance de una peregrinación que pasará a la Historia del mundo y de la Iglesia
Su imagen actúa como un imán sobre creyentes y no creyentes
Pedro y Andrés, enfrentados. La Iglesia de Oriente contra la de Occidente y viceversa. Los dos pulmones del cristianismo partidos por la mitad. Hace 50 años, precisamente en Jerusalén, Pablo VI y Atenágoras se daban el primer abrazo desde la separación y se levantaban mutuamente las excomuniones. Desde entonces, el ecumenismo dormitó, como una barca varada en la playa. Con buenas palabras y buenos deseos, pero pocas realidades.
Francisco y Bartolomeo quisieron escenificar un nuevo abrazo de Pedro y Andrés.
Ante la tumba vacía, de la que partieron muchos enfrentamientos, pero también la búsqueda de la unidad.
Esta vez y de la mano de Francisco con pasos reales y concretos.
El Papa, consciente de que Roma ha sido, para los ortodoxos, piedra de escándalo de cara a la unidad, quiere que deje de serlo. Roca, sí, pero de comunión, no de tropiezo.
Y para evitar el obstáculo, Francisco propuso una nueva forma de ejercer el privilegio petrino. Un papado "en comunión y reconocido por todos". Una especie de redimensionamiento del papel del Papa, que pasaría a ser un primado de comunión, una especie de Primus inter pares. Y, en un horizonte cercano, la posibilidad de compartir la oración, los sacramentos, los lugares de culto y los recursos y servicios pastorales.
Francisco, el Papa de la primavera, ha conseguido hacer florecer los fusiles israelo-palestinos y que en el desierto del ecumenismo asome el oasis de un camino que llevará, a marchas forzadas, a la fuente de la unidad. Y es que este Papa hace milagros. En este viaje, dos. Y de los grandes.
El estrambote
Y, para remachar, el encuentro con los periodistas en el viaje de regreso a Roma. Hablando sin red. En la Iglesia de Bergoglio, siempre en salida, siempre en proceso, siempre abierta al cambio, todo se puede hablar y cuestionar. Hasta el celibato, un tema tabú, que queda abierto. Es probable que asistamos a la aceptación del celibato opcional en el catolicismo.
Y, por supuesto, la condena sin paliativos de la pederastia del clero, a la que comparó con "una misa negra". Y su decisión de seguir siendo "barrendero de Dios". No sólo con la pederastia, sino con los dineros y con la Curia. Incluso en ella se terminaron los intocables.
Tanto que el Papa confirmó que el hasta hace poco número dos del Vaticano, Tarcisio Bertone, está siendo investigado. Y de él hacia abajo, nadie va a gozar de inmunidad e impunidad. Y, por último, la confirmación de que, cuando cumpla su misión, cuando le falten las fuerzas, renunciará al papado. Con total normalidad.
Balance de una peregrinación que pasará a la Historia del mundo y de la Iglesia
Su imagen actúa como un imán sobre creyentes y no creyentes
Pedro y Andrés, enfrentados. La Iglesia de Oriente contra la de Occidente y viceversa. Los dos pulmones del cristianismo partidos por la mitad. Hace 50 años, precisamente en Jerusalén, Pablo VI y Atenágoras se daban el primer abrazo desde la separación y se levantaban mutuamente las excomuniones. Desde entonces, el ecumenismo dormitó, como una barca varada en la playa. Con buenas palabras y buenos deseos, pero pocas realidades.
Francisco y Bartolomeo quisieron escenificar un nuevo abrazo de Pedro y Andrés.
Ante la tumba vacía, de la que partieron muchos enfrentamientos, pero también la búsqueda de la unidad.
Esta vez y de la mano de Francisco con pasos reales y concretos.
El Papa, consciente de que Roma ha sido, para los ortodoxos, piedra de escándalo de cara a la unidad, quiere que deje de serlo. Roca, sí, pero de comunión, no de tropiezo.
Y para evitar el obstáculo, Francisco propuso una nueva forma de ejercer el privilegio petrino. Un papado "en comunión y reconocido por todos". Una especie de redimensionamiento del papel del Papa, que pasaría a ser un primado de comunión, una especie de Primus inter pares. Y, en un horizonte cercano, la posibilidad de compartir la oración, los sacramentos, los lugares de culto y los recursos y servicios pastorales.
Francisco, el Papa de la primavera, ha conseguido hacer florecer los fusiles israelo-palestinos y que en el desierto del ecumenismo asome el oasis de un camino que llevará, a marchas forzadas, a la fuente de la unidad. Y es que este Papa hace milagros. En este viaje, dos. Y de los grandes.
El estrambote
Y, para remachar, el encuentro con los periodistas en el viaje de regreso a Roma. Hablando sin red. En la Iglesia de Bergoglio, siempre en salida, siempre en proceso, siempre abierta al cambio, todo se puede hablar y cuestionar. Hasta el celibato, un tema tabú, que queda abierto. Es probable que asistamos a la aceptación del celibato opcional en el catolicismo.
Y, por supuesto, la condena sin paliativos de la pederastia del clero, a la que comparó con "una misa negra". Y su decisión de seguir siendo "barrendero de Dios". No sólo con la pederastia, sino con los dineros y con la Curia. Incluso en ella se terminaron los intocables.
Tanto que el Papa confirmó que el hasta hace poco número dos del Vaticano, Tarcisio Bertone, está siendo investigado. Y de él hacia abajo, nadie va a gozar de inmunidad e impunidad. Y, por último, la confirmación de que, cuando cumpla su misión, cuando le falten las fuerzas, renunciará al papado. Con total normalidad.
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